sábado, 17 de mayo de 2014

Gallieni

Alejándonos de Bastilla nos encontamos con una librería que mostraba en vitrina cientos de libros sobre autocultivo. 
Lógicamente, entramos a chusmear de qué se trataba tan canuto sitio. 


Era un sitio lúgubre, con cierto sentido del humor en algunos afiches y títulos expuestos. Desde afuera si uno no presta especial atención a las tapas (muy sobrias) de la vitrina, la librería pasa desapercibida. Algunos detalles en madera pintada de celeste, quizás, fuera lo poco diferente que tenía para ofrecer desde el exterior ese edificio entre todos los demás, monótonas y viejas pero encantadoras fachadas de París. Luego de mirar algunas cosas, pregunté al librero si sabía dónde conseguir semillas para cultivar. El cincuentón de lentes (aparentemente el dueño, de bigote y pelo tipo honguito-lacio-y-marrón, como un Carlitos Balá con bigote, de bata azul) Me respondió que él vendía ahí, normalmente. Le pregunté si estaba todo bien, entonces, y me respondió que no había nada malo en vender semillas, que era algo legal y el problema es recién cuando florece, si es que hay problema (generalmente no hay problema, pero nunca se sabe). 
Me preguntó entonces de dónde venía.
Mi carta de presentación fue infalible. Uruguayo, yo era como un semidios, un mesías de la tierra de la libertad y las flores. Su sonrisa y elogios a nuestra reciente política de legalización y el peculiar presidente de turno fueron determinantes en cómo continuó la charla, antes distante y un poco opaca.
Mis credenciales lo emocionaron y yo no pude más que aceptar el galardón y los laureles con orgullo (y con la consiguiente humildad que nos caracteriza).
Después de un rato de charla y coyuntura le compré 3 semillas. Las tenía en unos sobres, clasificadas según su especie, en esos ficheros de biblioteca de plástico. Elegí las que me interesaron, pagué, y (no sin antes agradecer como es debido) le pregunté si sabía cómo conseguir flores acá en París, ya que es un poco dificultoso.
Me contó que en la estación de Gallieni hay un sistema de lo más eficaz y organizado y que no iba a tener problema en conseguir. Que si bien un amigo le había contado que, alertados de la popularidad del mercado de transa, la policía estaba patrullando a caballo por la zona, la organización era tan prolija que no iba a tener problemas y que no me pusiera nervioso si los llegara a ver (a los equinos).

-"Es muy rápido, vas al parque que hay a la vuelta y donde veas un grupo de gente esperá que en un rato pasa alguien, vende todo y se va" (o algo así, me dijo, mezclando francés y español por momentos).

También me dijo que en Bastilla se encontraban personas que vendían. Al momento de describirlos le preguntó a un pibe que estaba ahí (supongo que un ayudante, de unos 16 años) si quedaba como un racista si a nosotros nos decía que la forma de reconocer al grupo de los que vende es fijarse en los grupos de más de tres personas negras ("¿Quedo muy racista si les digo que busquen a los grúpos de jóvenes negros?", o algo así, en francés).

Nos despedimos entre un par de chistes de ocasión.

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Al otro día agarré la bici con destino a la estación de Gallieni, por supuesto. Después de 5 minutos paseando en una feria callejera improvisada, me acerqué a un parque que se abría al otro lado de la estación. Caminé unos pocos metros y vi a un tipo que me miraba fijo. Lo miré. Asintió con la cabeza. Me acerqué. Nos saludamos con la mano. Y me dijo que había que esperar porque había policías. Efectivamente, yo había visto unos policías a caballo cuando llegué a la estación. Me senté al lado de él. Me pidió un pucho, como todos los parisinos desconocidos que te saludan. Le dije que no tenía. Nos quedamos en silencio, esperando.

Al rato cayó un flaco desgarbado y nervioso, que al vernos nos preguntó si podía sentarse con nosotros. En seguida me pidió un pucho (le dije que no) y me entró a agitar con que quería ya mismo conseguir hashish y lo tenía muy enojado que justo ahora estuviera la policía por ahí. Hablamos un poco de Uruguay y de Cavani, aunque no me importara ni Uruguay ni Cavani.

Me contó que el sistema es el siguiente: En el parque hay una cancha de basket, de esas típicas que uno localizaría en el Bronx, enjaulada. Cuando está todo listo, los organizadores (en su mayoría negros o árabes, unos 20 ó 30 tipos que pasean por el parque campaneando si viene la cana, conectados con celulares viejos al estilo Breaking Bad pero real y con drogas blandas) invitan a pasar dentro de la cancha.
Una vez todos en esa jaula, desde fuera, por la derecha pasan con el hachis (le dicen "frappe" o algo así) y por la izquierda con las flores (se dice "la b"; una b cerrada como medio haciendo una "u" pero no), pasan corriendo los vendedores. Se pone uno a cada costado y vacía su cartera rápidamente. Este sistema se repite cada una hora, aproximadamente, todo el día.

La espera se hacía interminable, así que el flaco fisura me agitó para ir a otro lugar que él conocía, donde si bien era un poco más caro era rápido. Lo seguí, porque ya estaba poniéndome ansioso. Nos fuimos a un complejo de viviendas sociales muy echado a menos. Saludamos a unos pibes que había ahí achicando y nos metimos en la entrada de uno de los blocks. El tipo sacó de una cuna de bebé una bolsa de nylon donde tenía hashish y cogollo. Nos vendió y nos fuimos rápido. El flaco salió apuradísimo y no lo volví a ver.

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En otras ocasiones que volví a la estación de Gallieni pude usar el método tan mencionado de la cancha de basket. Todo se dio tal cual estaba previsto, pasaba uno por la izquierda, otro por la derecha, despachaban todo y tiraban la bolsa de nylon en una fogatita que había en un rincón de la plaza. Con los días vi que el sistema es imbatible y el método es casi siempre igual. Todos adentro de la jaula, esperando unos 20-40 minutos hasta que los organizadores decidan que es prudente dar comienzo a la pasada.

Y siempre, siempre, los franceses que esperan contigo te garronean un pucho.

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Un día llegó la cana. En realidad no la vi, estaban de particular entre los que esperaban en la jaula. Era obvio que iba a pasar.
Fue todo muy rápido. Algún pelotudo corrió y lo pararon de un fierrazo en el pecho o en las rodillas, o de un tacle contra el piso y los esposaban, rápidamente. Agarraron a todos. A todos los que estábamos adentro de la jaula, porque los vendedores, los de afuera, salieron todos corriendo. No recuerdo haber visto que atraparan a más de 2 ó 3. Teniendo en cuenta que la organización son como 20 ó 30, es bastante poco. Pero a los que estábamos adentro, toditos, nos agarraron como quien recoge una red después que Cristo te diga que la subas. Ni me resistí y me llevaron tranquilamente. Me sentía en paz conmigo y la situación; hasta protegido y seguro. No me podía pasar nada.

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Ya van 3 días que estoy encerrado en este lugar. Es como una clínica, pero no estoy seguro. De a ratos llega gente que me pregunta cosas sobre mis hábitos, mis costumbres, sobre Uruguay, qué música me gusta, qué quiero cenar esa noche. Está cómodo acá, aunque no hay internet. Me pidieron que llamara a casa a decir que está todo bien, pero que si decía lo que pasaba iba a ser complicado. Hablé con mi abuela, le conté un par de anécdotas y le dije que pensaba irme de viaje por lo que no iba a poder recibir llamadas en el cel. Me dieron libros, música, hay de todo y es bastante ameno. De noche se duerme bien en esa cama, aunque me pareció escuchar algún que otro sonámbulo en los cuartos de al lado.

Los psicólogos sociales (tienen pinta de psicólogos sociales) me vienen a entrevistar a diario. Se preocupan por mí. Me siguen respondiendo que va a estar todo bien y que si sigo así voy a salir sin problemas en breve, sin registros y con el pasaporte limpio.
Pero todavía no salgo.

Igual la comida está bastante buena y tampoco tenía laburo... me da tiempo para organizar un poco sobre qué hacer de mi vida.

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Ahora me dejan salir libremente, aunque me pidieron que me quedara unos meses. Me dan todo, como un trabajo donde solamente tengo que disfrutar y seguir con mi vida como si nada, pero no puedo mencionar dónde estoy. Es la única condición para que esté todo bien. Dicen que si se llegan a enterar me deportan.

La verdad, es bastante tentador, además que no me espera demasiado si vuelvo. Unos meses más en París con todo incluido no me molesta. 

Por las dudas no planté las semillas.

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De vez en cuando me llaman y me piden que me presente en un café. Siempre en un lugar distinto. Generalmente el mozo me invita la cuenta y me pregunta si estoy pasando bien. Por supuesto que sí.

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Volví hace unos meses a Montevideo. No tuve noticias de Francia. Y todo sigue igual acá.
Capaz que hice algo mal y me rechazaron para sus planes. Me da miedo no saber qué hacer ahora. Creo que los decepcioné. Me pone un poco mal pensar que pude haber defraudado a estas personas que seguro esperaban más de mi desempeño haciendo nada.

Puse las semillas a germinar. Brotó una. Después las otras dos.
Como es verano, están creciendo rapidísimo. Una es hembra. Después las otras dos se manifiestan y también veo que son hembras. No me sorprende.

A los pocos meses florecieron, las curé y en unas semanas estaban prontas.

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Nunca más volví a fumar.

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