Fue un encuentro fugaz. Nada puedo recordar de ella. Salvo el destello de sus ojos al reflejar la luz cual divinidad del olimpo, la gracia de su sonrisa hipnótica y sensible, sus dientes brillantes capaces de encandilar al más recio guerrero, la textura suave de sus muslos, el balanceo fulguroso de sus caderas al moverse sigilosamente como un felino, sus tobillos resplandecientes, la nuca tersa y pura, la experiente cicatriz detrás de su oreja izquierda, el sensual hueco que se formaba entre su clavícula y su cuello, un ombligo envidiable y sutil, la placentera vibración de su voz al expandirse por el espacio, su respiración inquieta, su risa alegre y vivaz, la calidez de su cuerpo húmedo y sedoso, el ph neutro de su saliva produciendo un sabor agradable cual nectar dionisíaco, el cabello indomable, su irresistible talón, cada uno de sus agradables dedos de sus pies, el pequeño desvío misterioso de su ojo izquierdo, el lunar de 5 milímetros al costado de su rodilla derecha, la ínfima delineación de la comisura de sus labios al sonreir con un chiste de humor negro, la límpida y clara presencia de sus pestañas resaltando su mirada profunda y frágil, sus pequeños orificios nasales moviéndose lentamente al respirar.
Pero es todo muy difuso, apenas pude verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario