martes, 11 de marzo de 2014

Matadero Internacional

Aeropuertos, 1984.

Al ingresar al Matadero Internacional, la res debe entregar su certificado de identidad al peón que se encuentra en el mostrador a la entrada de la organización que se encargará de procesarla. La bestia, sola o acompañada de algún ser querido, deberá demostrar, además de la mencionada ficha de identificación, el boleto que afirma que esa vaca o toro es el propietario de dicho boleto que porta en sus patas y que le corresponde ese mostrador en ese horario y día exactos.


Una vez comprobada esta información, el peón a cargo comenzará a ingresarla en el registro de su organización. Acto seguido, le mostrará a su interlocutor imágenes de algunos objetos que no puede llevar consigo ni en su equipaje, como bombas, armas, productos químicos, explosivos mortales o cualesquier tipo de líquidos, incluída la leche de sus propias ubres (que debe ser debidamente empaquetada al vacío, no superando los 100 ml). El candidato deberá negar repetidas veces que lleva en su equipaje o porta consigo alguno de estos elementos mencionados, jurando lealtad a su organización y prometiendo que jamás los llevaría en ninguna instancia (más adelante comprobará que esta negación no significa nada para el personal doblepiensa).

Se le aconseja envolver sus pertenencias en copiosas capas de papel film, que además le asegurará un nuevo seguro al que podrá disponer tan solo con el precio del envoltorio.

Dependiendo si la res viaja acompañada de novillos menores de edad o no, este trámite se puede prolongar un buen tiempo, con consultas acerca de la relación del bovino sobre los ternerillos presentes, debiendo mostrar algún certificado de propiedad sobre los jóvenes críos. También le corresponde cierta parte a la habilidad que tenga el bovino para acelerar el proceso de ocasión (muchas veces son ellos mismos los que autoboicotean las filas con preguntas y cuestiones que no vienen al caso). Acto seguido, el candidato deberá dejar todas sus pertenencias al peón del mostrador, salvo las que pueda cargar encima (los bultos de pezuña y de carga serán aceptados sí y solo si cumplen con ciertas reglas). Este le retornará el equipaje entregado, eventualmente, cuando llegue al matadero, frigorífico de destino, o a la propia carnicería si por cualquier detalle se llegaren a complicar las cosas durante el viaje.

Cabe destacar que los vacunos de primera calidad, como los pichones de hereford (con o sin guampas) y otras carnes premium, tienen en esta parte del proceso y de aquí en más (incluso en este primer mostrador) un trato preferencial que les aligera el trámite, resultándoles más ameno y llevadero. Por supuesto que acumulará más millas para su próximo viaje, qué también.

En el mostrador principal se le otorgará a la res un nuevo boleto, que le indicará, nuevamente, las características de su recorrido, agregando esta vez información más precisa, como el lugar a donde debe dirigirse inmediatamente, la puerta correspondiente y el número de corral asignado (la comodidad y tamaño del corral también será asignada según la calidad de carne del bovino, faltaba más).

Con este boleto y su ficha de identificación, la vaca o toro se abre paso al siguiente mostrador: un gran portal con controles en la entrada. En este primer portal un primer portero revisará su boleto e identificación para chequear que todo esté en orden y que no haya pasado nada extraño entre la entrada, el primer mostrador y este primer portal. Si todos los datos coinciden, el visitante es convidado con un primer marronazo de bienvenida y se le invita a pasar al segundo portal.Entre el primero y el segundo portal (dependiendo del funcionamiento de cada matadero) puede que se le otorgue una ficha a completar con sus datos e información personal para realizar su migración en regla, debiendo agregar su destino (aportando el lugar exacto de su frigorífico o mercado de carnes) y un justificativo que reconozca que ese vacuno posee suficientes recursos como para sostenerse sin problemas en su nuevo rumbo. En algunos casos precisará adjuntar una carta de invitación del frigorífico o mercado de llegada, asegurando que su traspaso no es ilícito. Esta ficha puede que sea entregada luego, una vez instalado en el transporte.

El segundo portal consiste en una serie de revisiones de su integridad física y sus pertenencias portadas al momento de llegar allí. Por lo general esta revisión implica pasar por un detector de metales mientras las pertenencias pasan por rayos x, pero los mataderos de vanguardia tienen un sistema integral de gestión mucho más avanzado, agregando sensores térmicos, cabinas detectoras de líquidos, proyectores de rayos X y rayos Gamma, entre otros dispositivos que permiten reconocer todo el interior del animal sin siquiera tocarlo, para asegurarse de que no traiga consigo ningún elemento prohibido (líquidos como agua, leche y cencerros, por ejemplo). Estos serán decomizados por atentar contra el bien púbico del ganado que viajará junto con el ya revisado (y aprobado) bovino.
Esto no significa que no se puedan transportar líquidos, para nada. Solo deben estar debidamente empaquetados (embotellados o envasados en bolsas térmicas, cubiertos de una bolsa ziploc o de otra marca) y clasificados, no pudiendo superarse los 100 ml en cada uno de los envases y con un máximo de 5 unidades de líquido por bestia. Si alguno de los detectores sonare al pasar el individuo, a continuación deberá este pasar por una revisión de sus objetos personales (que pasarán una y otra vez por los rayos gamma a criterio de los porteros del portal 2, debiendo pasar en caso de así pedirlo los aparatos tecnológicos, como cámaras de fotos y i-pads, aparte) y su integridad toda a través de un aparato rastreador de algo, primero, seguido del palpeteo de extremidades, lomo, vientre, genitales y cuartos traseros. Si el revisor considerare extremadamente necesario, se puede pasar a una Revisión Completa, que incluye visionado y tacto de orificios como boca, genitales y ano. Y ubres. Pero esto pasa solo en casos muy extremos. Tras pasar por el control, una vez aprobado, recibirá el transitante un segundo marronazo de aprobación, cosa de quedar medio alelado para la siguiente etapa.

Vemos como el paso entre las distintas porteras es un deliberado proceso de degradación y gradual destrucción de la integridad física y moral de cada candidato, en perfecto acuerdo con los estándares de calidad y procedimiento que deben cumplir los mataderos, de acuerdo al tradado internacional establecido por el Matadero Mundial Mayor.

A partir de este punto la autoridad está habilitada a hacer absolutamente lo que se le de la gana con cada cuerpo (físico, jurídico o cárnico) que se le presente, sea una vaca, una pertenencia, un objeto o cualquier otro adminículo que pueda interferir con la seguridad pública por la que tanto se vela. De más está decir que ante cualquier protesta el portero tiene potestades para aplicar a su antojo medidas más severas, como el siempre necesario picañazo en los garrones de la bestia que pasa.

Una vez pasado el portal 2 se prosigue a un nuevo mostrador que le pedirá su documento, su boleto y un trozo del formulario migratorio que debía completar anteriormente (el otro trozo deberá conservarlo consigo para el regreso, de haberlo). En estos mostradores de verificación el individuo será sometido a algunas interrogaciones, como el porqué de su elección de destino, cómo piensa mantenerse en tal o cuál frigorífico y si tiene consigo la carta de recomendación o invitación de esa carnicería. Luego se le toman las huellas de las pezuñas y una foto para ingesarlo en el sistema.

Al pasar por este mostrador generalmente el ganado se encontrará a continuación con un emporio de ofertas de productos importados y a un bajo precio; alimentos, bebidas, tecnología, vestimenta de lujo y souvenires, todos colocados allí estratégicamente para hacerla olvidar por unos segundos lo acontecido en las porteras anteriores y cambiarle ese sentido de angustia por una profunda ansiedad de consumo (los marronazos habrán embobecido lo suficiente al animal como para dejarlo en un estado hipnótico, dejándose seducir casi al instante por semejante exposición rural).

Luego de un tiempo de paseo y relax, dejándose llevar por el goce de tan extensa oferta (la vaca experiente sabrá que en realidad no es ni tan extensa ni tan oferta, de hecho todo allí suele ser bastante caro), el rumiante deberá caminar un largo tramo hasta su lugar asignado, donde es probable que no haya ni peón ni portero ni capataz, sino muchos colegas vacunos como él sentados a la espera en su lugar asignado. Estos segundos de anomia pueden confundir un poco al candidato, mas no deberá salirse de sus casillas bregando por alguien con autoridad que lo guíe, ya que pueden generársele problemas por atentar contra el orden de dicha sala purgatoria. Para evitar que esta etapa se torne desesperante, se recomienda que el bicho se acompañe de una buena lectura o actividad previamente preparada para matar el tiempo.

Cuando el animal esté por perder la paciencia, llegará el equipo de la primera portera (los que al llegar lo recibieron con el primer marronazo), que comenzará a llamar, a veces en orden y a veces no, al ganado que espera ansioso. Ni bien se acerque uno de estos porteros al mostrador, se comenzará a improvisar una fila con los más entusiastas, que harán caso omiso a las palabras de los peones que llaman al orden. Ante el inminente comienzo del caos, los peones pueden amenazar e incluso utilizar la picana sobre aquellos bichos más inquietos. Si no logran contener la inquietud se puede apelar a algún marroneador de la vuelta para que aporte los golpes de gracia correspondientes para calmar a las fieras.

Antes de dejar pasar a los animales a ocupar su lugar en el camión de reparto, se les solicitará nuevamente el documento y el boleto, no sea cosa que vaya a haber cambiado su identidad en esos minutos que allí pasaron. La subida al camión será desordenada y hecatómbica (esta agresividad y tensión es entendible, pues no han tenido un puto lugar cómodo en donde sentarse o descansar; todo su confort ha sido hasta ahora banquitos individuales de plástico insoportables y muchos veteranos suelen inquietarse aún más por el dolor que esto les provoca en espalda y huesos, algo que contribuye sin dudas al malestar generalizado). El equipo de peones de abordo intentará poner el orden en la sala meta picañazos.

Una vez subidas todas las reses al transporte, deberán apagar cualquier dispositivo que les permita comunicarse con el exterior y conservar su lugar en el corral cada vez que el chofer lo indique. Eventualmente se alimenta a las reses de abordo con algo que parece pasto y algo que parece agua pero no es.

Si el destino es un matadero de paso ("de tránsito"), el vacuno deberá bajar del camión y volver a hacer los trámites administrativos, para luego subir nuevamente a la nave. Si el destino es el definitivo, deberá presentar al llegar todos sus papeles, conservando una copia de las mitades de documentos que se le entregaron al irse.

Finalmente deberá elegir qué camión frigorífico le dará el Marronazo de Inmigración y lo llevará al mercado de carnes final.

Por supuesto que algunos mercados cárnicos son más codiciados que otros. Dependiendo del origen del animal (de los papeles que puedan comprobar su pedigree, más bien) serán los destinos que puede elegir a visitar, ya que hay destinos que prohiben el ingreso a carnes provenientes de determinados campos o exigen el pago de un visado especial (cuya obtención incluye pasar por pruebas y controles especiales) si el bicho llega de ciertos criaderos en vías de desarrollo. En los casos en que la trasabilidad del vacuno confirme su origen de zonas restringidas, será regresado a su matadero de origen sin explicación alguna. El problema que alegan estos mataderos desarrollados es que no hay lugar para todos y las plazas son limitadas, pese a que todos sepan que en esos mataderos con confort se vive del pasto que se tendría que usar para alimentar también a los otros; pero son pocos los que se quejan porque entienden que la cosa en la estancia siempre fue así y que no es necesario cambiarla cuando ya todo está bastante en orden (y quién sabe cómo podrían cambiar las cosas). Muchos incluso acusan a los provenientes de esos criaderos en crisis de estar buscando la responsabilidad en terceros en vez de tomar medidas y asumir su propia culpa y responsabilidad en su fracaso. Las pocas vacas cómodas de esos ganados mal alimentados suelen ser los detractores de su propio criadero, echando las culpas sobre ellos mismos como si fueran los únicos y totales responsables de lo que les tocó y que, si están como están, es porque algo habrán hecho. No importa si la estancia funcionó así desde hace siglos ni que desde que ellos nacieron ya era así, lo que importa es la incompetencia de los últimos encargados y por eso se merecen lo que tienen.

De cualquier forma en todos los mataderos, sean lujosos o no, tengan buenos servicios o sean precarios, en todos, sea como sea, las terminan colgando.




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